El C.F. Fuenlabrada se ha marchado del fútbol profesional de la forma menos profesional posible. La temporada ha sido mala sin paliativos, y la despedida ha sido la representación máxima de todos los males. Era difícilmente imaginable un último partido en el que los problemas de la temporada se vieran de una forma tan exagerada. Los azulones dejan el fútbol profesional evidenciando que se lo merecen a más no poder.
Con Lugo y Sporting, pese a que no había nada en juego, el equipo al menos se mostró relajado pero serio. Los grandes errores desaparecieron, y era una versión del equipo que es la que quizá hubiera peleado por mantenerse. Sin alardes, pero sin dramas. En Anduva no hubo ningún alarde y toneladas de drama. Nada más empezar, el guión del partido quedaba claro: las pesadillas en defensa iban a estar presentes.
Cinco minutos bastaron para presentar la jugada que dejaría en vergüenza al Fuenlabrada: desborde por banda, centro desde la línea de fondo, remate en el corazón del área. Tan fácil que ofendería al aficionado azulón, si no fuera porque está tristemente curado de espanto esta temporada. Cinco minutos, Hassan reventando a Iribas y Ontiveros en desborde y Vicente y Meseguer rematando la jugada. Al nueve del equipo burgalés se le desactivó casi definitivamente emparejándole con Pol Valentín. Y ese fue todo el acierto azulón: emparejar a Hassan con alguien que le aguantara en cada intento de desborde.
Dos cero y ochenta y cinco minutos por delante, en un partido en el que tenías en el banquillo a un único jugador con ficha del primer equipo (Anderson). Sandoval se la iba a tener que jugar con los cambios, y encima tuvo que hacerlos obligado por las lesiones de Iribas y Konaté. Terminó con cuatro canteranos sobre el césped y el peligro de que, ante expulsión, el equipo cayera en alineación indebida. No estuvo para eso el partido, salvo unos minutos de calentura algo incomprensibles.
Después de que el 2-1 no llegara en la última jugada de la primera mitad (marcó Sotillos en un córner y no valió porque Konaté y Ontiveros, al sacar en corto, se liaron y el primero cayó en fuera de juego), todo fue a peor. La segunda parte fue un recordatorio muy doloroso de por qué el Fuenla está en Segunda División: si al 100% fallaba atrás, al 40-50% fue un festival. Incapaz de poner marcas sobre los delanteros, casi siempre desubicados en su propio área. Centro raso desde la línea de fondo era sinónimo de gol. Insultantemente inevitable.
Tras el 3-0, llegó el 3-1 de Kante en una buena carrera. Curiosidad: Bouldini, llegado en invierno, ha jugado 118 minutos más que Kante y han marcado casi los mismos goles. El marroquí llegó y cayó de pie, el de Gambia ha sufrido una temporada más. Pues solo un gol les separa.
Volviendo al desastre, la mínima esperanza que dejaba el 3-1 dejó paso a otro esperpento defensivo para el 4-1. Tras intentar conseguir el 4-2, llegó el 5-1. Y no cayó un sexto porque el dios del fútbol creyó que ya había castigo suficiente para un equipo que no parecía tener límite en su capacidad de autolesión y poco amor propio. Así terminó una temporada desastrosa, con la mayor catástrofe.
Entre dos equipos que no se jugaban nada, uno ganó en profesionalidad, convencimiento y ganas de terminar con altura. El Fuenlabrada tenía, simplemente, ganas de terminar. El Fuenla de 1ª RFEF, el que tiene la obligación de pensar en volver cuanto antes a Segunda, arranca desde el pitido final. Y tiene que ser necesariamente mejor que el que vimos en Anduva.
ONCE DEL C.D. MIRANDÉS: Ramón; Carreira, Odei (Datkovic), Capellini, Imanol (Durán); Meseguer, Martín, Riquelme (Tchimbembé), Hassan (Brugué), Íñigo Vicente (Garrido); Camello
ONCE DEL C.F. FUENLABRADA: Morro; Pol Valentín, Sotillos, Diamé, Iribas (Iñaki); Mikel Agu, Konaté (Buer), Pedro León, Ontiveros (Damián); Kanté, Amigo (Anderson)
GOLES: 1-0 Íñigo Vicente, min.3; 2-0 Meseguer, min.5; 3-0 Riquelme, min.53; 3-1 Kante, min.62; 4-1 Hassan, min.66; 5-1 Camello, min.79
