Opinión

Cómo es vivir en un país transformado por el coronavirus

Cada vez más personas quieren aprender alemán en España, también para desarrollarse profesionalmente en Alemania. Aprender la lengua de Goethe es un paso primordial para la integración.

Lo que primero que se plantea un español que desea viajar a Alemania es cómo sortear el desafío que significa entender y hablar el idioma alemán. Una lengua cuyos sonidos, tan diferentes a los del español, puede causar desde sorpresa y rechazo, hasta una pasión que crece con el conocimiento y con el estudio.

Para algunos oídos, la dulce lengua de Goethe. Para otros, un idioma duro y difícil de dominar. Casi la mitad de los cinco millones que trabajan en Alemania en régimen de 'minijob' cobró el pasado año por debajo del mínimo estipulado por ley, según un estudio del Instituto Económico y Social (WSI).

El estudio del WSI señala además que hubo "numerosas violaciones de los derechos de los trabajadores por parte de los empleadores", aunque resalta que la situación salarial de los trabajadores con un "minijob" mejoró "parcialmente".

Así, un año antes, en 2019 el porcentaje de personas que contaba con este tipo de trabajo y cobraba menos del salario mínimo ascendía a un 60 por ciento. La precariedad asfixia a las familias: muchos trabajadores están teniendo que recurrir a bancos de alimentos y son incapaces de hacer frente a los gastos de alquiler, ya que, al cobrar el 70% de su sueldo, no pueden cubrir los costes básicos que necesitan para vivir.

La crisis del coronavirus ha llevado a miles de empresas a aplicar a su plantilla un Expediente de Regulación Temporal de Empleo . Los cálculos apuntan a que ya hay unos cinco millones y medio de trabajadores afectados por este tipo de expedientes respaldados por el Gobierno Aleman, para intentar mantener el empleo y que no se produzcan despidos masivos, salarios bajos y trabajadores pobres. Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo) el 13% de los trabajadores alemanes trabajan en régimen minijob viven por debajo del umbral de la pobreza, convirtiendo a Alemania en un país de la Unión Europea con más trabajadores pobres.

- Nosotros vivíamos al día antes de la pandemia. Incluso yo he tenido que pedir dinero adelantado alguna de las empresas para las que trabajo por si nos venía algún gasto de imprevisto -.

Alquileres altos que se llevan gran parte del sueldo

En principio, ningún hogar debería dedicar más del 30% de la renta a pagar la vivienda, ya sea de alquiler o de compra. Según los expertos, ninguna familia debería pasar de este porcentaje ya que, si se tienen que enfrentar a algún problema (como lo que está ocurriendo a causa del coronavirus) - pagamos por un segundo sin ascensor de 90 metros 700 euros al mes.

A eso suma luz, agua, calefacción, comida… vivir al día es nuestra forma de vida y ahora lo notamos más que nunca porque no hay dinero ni posibilidad de ganar más, es todo un desastre.

Bancos de comida y ayuda de familiares

Las colas de personas para conseguir una bolsa de comida llevan más de un mes viéndose en diferentes lugares de Alemania . Sin ir más lejos, el pasado lunes, se pudieron ver colas, de hasta siete horas en Wuppertal.

-Yo tuve que pedir dinero alguna vez antes de la pandemia, pero nunca me había acercado a pedir comida. Ahora  puede  que no quede más remedio, tenemos dos niños  que no pueden vivir a base de arroz-.

Una situación que viene de lejos

Los malabares para sobrevivir no son nuevos. Muchas familias llevamos años haciendo equilibrios sobre una cuerda que podía romperse en cualquier momento. La crisis en Alemania del metal precarizó el empleo y más de una década después, muchos trabajadores no se han recuperado.

Concretamente, el año pasado, Alemania batió su récord de trabajadores en régimen de Minijob. Las nuevas cifras revelan que la gente de raíz inmigrante está sobrerrepresentada en los trabajos mal pagados y tienen escasa representación en las profesiones que requieren formación académica. Son el 55% de los trabajadores del aseo y el 30% de los trabajadores de atención geriátrica, pero apenas el 11% del personal docente.

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