Desde hace algunos años, cada año -como un rito, como un rezo- escribo un artículo sobre nuestro liderazgo mundial. Porque lo conseguido por España en donantes y trasplantes no se circunscribe a esa vital batalla. Porque podemos también conseguirlo en la lucha fundamental por los intereses de nuestro pueblo y nuestro país. Si aplicamos los mismos principios, la unidad y un modelo organizativo ejemplar.
Que España sea líder mundial durante 30 años consecutivos es algo para celebrar institucional y popularmente a lo largo y a lo ancho de toda España, como si fuera un día festivo. No debemos acostumbrarnos, no debemos dejar que aparezca como una noticia más en la vorágine informativa que oculta lo importante. Porque el prolongado liderazgo español no algo fortuito, secundario o inexplicable, sino que reposa en valores históricos y capacidades actuales de nuestro pueblo y de nuestro país.
Como lo ha expresado Rafael Matesanz, “Decir que España ha venido siendo el primer país del mundo en donaciones de órganos de personas fallecidas, ha sido algo habitual nada menos que durante las últimas tres décadas y no hay en ningún otro ejemplo similar ni en sanidad ni en la vida española en general. La reiteración de este mensaje probablemente no nos deje valorar en su justo término lo que esto significa, y efectivamente el hecho de mantener esta posición de privilegio en el ranking mundial, no nos va a hacer ganar ninguna medalla ni ningún campeonato. Simplemente nos va a seguir permitiendo que seamos los ciudadanos del mundo con las máximas posibilidades de acceder a un trasplante, dentro de un sistema público, universal y sin discriminaciones positivas ni negativas por situación económica, geográfica, racial o de otra índole. Nada menos que esto”.
Comparemos sólo los datos con el resto de Europa. Con 40,2 donantes por millón de habitantes, España duplica la tasa de donación de órganos de la UE, que en 2020 fue de 18,4 donantes por millón de población. A pesar de que nuestro país solo representa el 9% de la población europea, somos una referencia para el resto de países del continente. En esto, ¿quién tiene que aprender de quién? El resto de Europa tendrá que aprender de España.
Porque la solidaridad del pueblo de toda España -más allá de la vida- ha penetrado nuestra propia legislación. En 1979 la ley 30/1979 en su artículo 5 ya determinaba que “las personas presumiblemente sanas que falleciesen en accidente o como consecuencia ulterior de éste se considerarán, asimismo, como donantes, si no consta oposición expresa del fallecido”. En 2012 el Real Decreto 1732/2012 especificaba los principios en los que se debe basar la donación, es decir, “se respetarán los principios de voluntariedad, altruismo, confidencialidad, ausencia de ánimo de lucro y gratuidad”. Esto no se ha podido aprobar legalmente, por ejemplo, en un país como Alemania que en 2018 solo tuvo 11,6 donantes por millón de población.
Reproduzcamos las recientes palabras de Rafael Matesanz -fundador y exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT)-: “Un total de 1.905 familias donaron los órganos de sus familiares fallecidos en 2021, lejos aún del máximo de 2302 alcanzado antes de la pandemia, pero en vías de una clara recuperación que se consolida este año, una vez disminuida la enorme prueba de esfuerzo a la que ha estado sometido nuestro sistema de salud en general y las unidades de críticos en particular durante los dos años largos que llevamos con el Covid-19. Esto significa entre 5 y 7 donaciones diarias en toda España, con máximos ocasionales de hasta más de 15 que suponen un espectacular esfuerzo de coordinación de equipos, hospitales, comunidades, aeropuertos, medios de transporte, policías… con cientos de personas trabajando al unísono. Una situación afortunadamente frecuente y que, pese a sus evidentes dificultades, se resuelve siempre con una precisión milimétrica frente a cualquier tópico de país mal organizado.”
Y continúa: “La receta es bien conocida, aunque nada fácil de desarrollar como han podido comprobar muchos países que han intentado trasladar la experiencia española con mayor o menor fortuna. Se trata de una mezcla de generosidad de los ciudadanos junto con un buen sistema nacional de salud de carácter universal y de gran calidad, aunque se encuentre en horas bajas. Sobre este sustrato necesario y sin el que nada sería posible actúa un sistema organizativo, prototipo de gobierno clínico desarrollado a lo largo de los años y conocido internacionalmente como “modelo español” de donación y trasplantes. Sus brazos ejecutivos son los coordinadores de trasplantes, equipos de médicos mayoritariamente intensivistas junto con enfermeras, perfectamente entrenados y coordinados por la ONT y con el apoyo y participación de todo el hospital.”
Y, también algo clave, haber unido en nuestro país a todo lo unible contra la injerencia extranjera -de organizaciones privadas tratando de introducirse y apoderarse del sistema español de trasplantes- que es un ejemplo de defensa de la soberanía nacional.
Si extendemos estos principios -y la organización necesaria- a la lucha contra el saqueo al 90% de los españoles y por la redistribución de la riqueza, España también puede convertirse en líder. Porque -frente a las constantes campañas despectivas que nos inoculan los grandes medios de información de fuera y de dentro de España sobre cómo somos nosotros, la inmensa mayoría de los españoles- nuestro liderazgo mundial desenmascara la falsedad de tales ataques a nuestra valía como pueblo y a nuestra potencia organizativa como país… si la causa es justa. Fortalezas en defensa de nuestra soberanía nacional siempre negadas por la propaganda de las grandes potencias extranjeras y siempre renegadas por nuestra sumisa oligarquía.