De los últimos 40 años, he vivido treinta y cinco en Cataluña y los últimos cinco en Madrid.
Cuando llegué a Humanes, me sorprendió ver a “Ciutadans” presentándose a unas elecciones en Madrid. Después, leí con más atención la pancarta y observé que decía: Ciudadanos.
No entendía muy bien que un partido nacido para defender los intereses de quienes se siguen sintiendo españoles en Catalunya, usando el castellano en la cámara catalana sin complejos (fue el primer partido que lo hizo), denunciando la falta de pluralismo en la educación y plantando cara al independentismo; aplicara los mismos eslóganes para presentarse a unas elecciones en la Comunidad de Madrid.
En España, si alardeas de sentirte español, rápidamente te llaman facha.
Cuando algún personaje público muere en EE.UU. suelen decir de él que era un gran americano, un gran patriota. Si se hubiese aplicado ese calificativo a Alfredo Pérez Rubalcaba, fallecido recientemente y a quien considero un personaje ilustre de la política desde la transición, la mayoría de lectores lo hubiesen considerado un insulto a su memoria. Pero ese fue su gran mérito, dedicar su inteligencia y su esfuerzo a trabajar para conseguir una España mejor que la que encontró en sus comienzos.
Además, con la presencia de Vox en las últimas elecciones, la sabiduría popular reserva para ellos ese papel de ser más españoles que los demás.
Ciudadanos se asoció voluntariamente a esa derecha. Se dejó convertir en una de las tres derechas como ha reiterado machaconamente el PSOE, conocedor de las ventajas que tiene para movilizar al electorado de izquierda presentar los comicios en términos de izquierda y derecha. Solo les quedaba una alternativa a los de Rivera. Ser realmente esa nueva derecha. Es decir, sorpasar al PP.
Estuvo cerca. A nueve escaños. Pero no lo consiguió, a pesar de lo barato que se lo uso el PP, y perdió con ello la oportunidad de convertirse en la oposición. Los esfuerzos de Rivera por aparentarlo resultan cómicos.
Con su política de pactos, las cosas han ido a peor. Tal vez no sean conscientes pero su capacidad en el pasado de llegar a acuerdos tanto con PSOE como con PP, les convertía en un partido centrado que ha ido multiplicando su presencia en cada convocatoria electoral.
Ahora, con el enroque a la derecha, hasta el punto de ni siquiera acudir a la última cita de La Moncloa, han cambiado el “ser” por el “formar parte” de algo de lo que son una simple copia.
La cadena de dimisiones que se están produciendo en su ejecutiva permite afirmar que están en crisis, aunque la verdadera dimensión de esa crisis la vería Rivera si hubiese que repetir elecciones. No se entiende su utilidad, negándose a mirar a la izquierda y haciendo ascos a mirar a la derecha, sin un número de escaños que le permitiera gobernar y eso, visto lo visto, está muy lejos.
El objetivo de nuestros representantes en el congreso, de todos, no solo de C’s, no puede ser echar al inquilino de la Moncloa, ya sea Rajoy o Sánchez. Llevamos cuatro años de tal parálisis de gobierno que echo de menos, y mucho, el bipartidismo.