Opinión

El elefante desaparecido

Demócrtas y Republicanos | Grafismo de Europa Press
photo_camera Demócrtas y Republicanos | Grafismo de Europa Press

Por Sergio Pedroviejo Acedo

Desde Europa, a menudo, pecamos de analizar la política estadounidense desde el punto de vista del Partido Demócrata. Caer en este error es razonable porque nos es más sencillo, dado que sus administraciones suelen defender, salvando y mucho las distancias, un Estado del Bienestar parecido a lo que disfrutamos en nuestro continente.

Ahora bien, no por justificable deja de ser un error. Y, es que, pese a lo que pueda parecer al ciudadano europeo medio, el partido que tradicionalmente ha gozado de una hegemonía social y electoral en el país de las barras y estrellas es el Partido Republicano.

Tras las elecciones legislativas del pasado noviembre “Grand Old Party” (en adelante, “GOP”) se ha hecho con un exiguo control de la Cámara de Representantes, ahora bien, la elección del Presidente (“Speaker”) de la misma ha estado plagada de dificultades, por disensos entre sus propias filas. Ante tal situación, cabe preguntarse si uno de los partidos políticos más importantes del mundo se encuentra en una encrucijada sobre su propia identidad.

Pese a tener las encuestas a favor, el Partido Republicano sólo pudo hacerse con la Cámara de Representantes por un margen de 5 asientos sobre la mayoría absoluta (222/435), lo que hacía que su líder Kevin McCarthy necesitara convencer a los representantes anti-establishment de su propio partido para conseguir la Presidencia.

Por primera vez en sesenta años, no se alcanzó un acuerdo tras la primera votación y el grupo parlamentario republicano se sumió en una crisis sin precedentes. Las votaciones se sucedían y la pequeña coalición de “trumpistas” conseguía bloquear la situación, a pesar de que los medios de comunicación conservadores no paraban de reprobar su actitud parasitaria, inútil e infantil. Este lamentable episodio ha dado pie a reflexionar sobre la crisis de liderazgo por la que atraviesa el Partido Republicano.

Es interesante cómo a lo largo de la historia tanto el Partido Republicano como el Demócrata se han transformado. Si bien ahora nos parece habitual ver cómo la costa este se tiñe de azul en las elecciones, lo cierto es que fueron los industriales yankees y los financieros de Wall Street quienes fundaron el GOP de entre las cenizas de los Whigs. Pero es que, antes de 1960 pensar que las grandes fortunas se unirían a los populistas sureños hubiera sido impensable.

Esta mutación se produce tras la inesperada derrota de Nixon, a manos de las triquiñuelas de JFK. Entonces, Barry Goldwater, senador de Arizona y autor del Bestseller “The Conscience of a Conservative”, quién había votado en contra de la Ley de Derechos Civiles argumentando que supondría un aumento inconstitucional del poder del Gobierno Federal, ganó la nominación republicana frente a las fuertes críticas de la Negro Republican Organization (NRO), que llegó a pedir la abstención, y de los propios dirigentes del Comité Nacional Republicano, como Rockefeller y Rommney.

El movimiento conservador más insurgente se hizo con el partido. A partir de entonces, el discurso del GOP se centró en abogar por un estado limitado, la eliminación de los programas de discriminación positiva y por una política exterior agresiva frente a la URSS, principios que se convirtieron en hegemónicos durante los gobiernos de Reagan quien participó en su campaña. “Mr. Conservative” logró unir a los republicanos del oeste y a los sureños, contando con el respaldo de líderes Dixiecrats como Strom Thurmond (Gobernador demócrata de South

Carolina) por su oposición al impulso del cambio social a través de la acción positiva del gobierno federal. Por primera vez, desde la Reconstrucción el “Solid South” demócrata se diluyó en favor del antiguo partido de Lincoln.

En “The Emerging Republican Majority”, el estratega Kevin Phillips que participó en la campaña de Nixon de 1968, explicó de forma exhaustiva lo que posteriormente se denominó “The Southern Strategy”, el siguiente capítulo de la metamorfosis republicana, por la que los blancos sureños abandonarían su lealtad anterior a un Partido Demócrata sureño racialmente conservador, en favor de un Partido Republicano recientemente conservador en cuestiones raciales.

Esta estrategia tuvo fuertes críticas internas, cabe destacar la facción centrista republicana Ripon Society que divulgó: “La estrategia de Phillips no es una estrategia republicana; Es una estrategia conservadora, que pide al partido que renuncie a su compromiso histórico con los derechos humanos, pierda gran parte de su fuerza actual y ponga en peligro su capacidad para gobernar con eficacia.” Phillips vinculó a los electores de Nixon y Wallace en una coalición de “populistas-conservadores” que al triunfar fueron acallando a los críticos.

Pero el Sur no es una región uniforme, y se puede dividir en zonas geográficas con sus peculiaridades. Así, mientras que en el sur profundo, el Partido Republicano creció sobre la base de la raza y la religión, en el llamado “Rim South” la convergencia republicana se produjo a raíz de las cuestiones económicas. Las elecciones de 1972 supusieron un nuevo cambio de paradigma, la conversión masiva de votantes evangélicos del Bible Belt que pasaron de sufrir a ayudar al Partido Republicano. Desde esa elección, el Partido Republicano ha tenido su base más fiable en el Sur y el Oeste.

Es cierto que los republicanos tienen un cierto historial en atravesar crisis de identidad. A comienzos del siglo XX, el expresidente Theodore Roosevelt rompió con el que había sido su partido para presentarse a las elecciones de 1912 por el Partido Progresista, fundado por él mismo, frente a su sucesor William Taft debido al giro conservador que Taft había decidido dar a su política en contra de la opinión de los cuadros y bases del partido.

Entonces, el partido del alce ganó al elefante, pero la presidencia quedó en manos de los demócratas que supieron pescar en aguas revueltas. Pero, actualmente vivimos un tiempo similar a los cruciales años sesenta para el Partido Republicano, y es que, los cambios demográficos que está experimentando el sur de Estados Unidos suponen una amenaza real para la hegemonía tradicional del GOP en esta región. La victoria de Biden en Estados como Arizona y Georgia, y los buenos resultados cosechados en Virginia serían sólo algunos ejemplos que sustentarían esta tesis.

Para fortalecerse, algunos republicanos están haciendo esfuerzos por proponer un cambio en su tradicional base electoral. Voces como la de Paul Ryan, antiguo “speaker” de la Cámara ha atizado a los partidarios de Trump llamando a este “probado fracasado” y acusándole de ser el culpable de no haber logrado la victoria en el Senado, pese a que así lo vaticinaban todos los sondeos.

En su opinión, así como la de su antiguo compañero de candidatura, el Senador Mitt Romney, o de referentes históricos del partido como Liz Cheney, un regreso a los valores clásicos del partido harían mejorar sus números en las áreas clave de los “suburbs”. Por otro lado, el Governador de Florida, De Santis ha entendido que el sur sólo puede conservarse en rojo si se cuenta con el apoyo de la población de origen latino. Especialmente importante en su Estado.

En definitiva, el partido yankee y norteño ha dado paso a un partido conservador esencialmente sureño, pero el cambio demográfico experimentado en la región ha provocado una herida de gravedad en la tradicional hegemonía del GOP en la región. Si no consiguen frenar la hemorragia es muy probable que el partido no pueda obtener una victoria en las elecciones presidenciales, o en las elecciones al Senado. Si quiere tener alguna opción, sería interesante que se valorara la necesidad de buscar una nueva coalición de electores ganadora, algo que los trumpistas de grito fácil no pueden, ni podrán, hacer.

*Nota del autor: Agradeciendo y reconociendo la coautoría de Javier Sequeiros Fernández en la redacción del trabajo en el que se basa este artículo.

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