Opinión

No disparen al pianista

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre. / EFE
photo_camera José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre. / EFE

Tenía yo unos difíciles 13 años y andaba noqueado en cama por un virus menor, cuando apareció Carlos, mi tío entonces y admirado amigo más adelante, con un ejemplar del Lazarillo de Tormes, sabedor de mi pasión por la lectura.

Me pimplé el libro con devoción nazarena en un día y así me adentré como observador, en el mundo de la picaresca (hoy arribismo conseguidor).

También recuerdo de aquellos años a Don Pablos, aquél "Buscón" de nuestro Quevedo, quien de tanto empeño que ponía  en medrar socialmente, sin saberlo, estaba creando una escuela de la que han salido diplomados con matrícula, una pléyade de "vagamundos" de diverso pelaje.

De aquestos "Koldos" vienen estos lodos, o lodazales, pues si los pícaros de aquellas novelas buscaban la aprobación social, la subsistencia, al modo de Lazarillo, estos "conseguidores" de hoy, están más a hacerse a codazos con un lugar entre los que nos gobiernan, para colarse cual "caballos troyanos" en los saraos donde se reparte pasta e influencias a partes iguales.

Pocas cosas producen tanta alegría como que un antepasado tuyo dé nombre a una calle, una fuente y hasta a un polideportivo, pues es señal de que tú ancestro hizo para la comunidad algo digno de ser recordado.Una pena que, como todos los homenajes, estos recuerdos llegan cuando el protagonista en cuestión ya no está aquí para disfrutarlo, para pasear por su calle, o para beber de la fuente bautizada en su honor.

En el otro extremo, es de un patetismo berlanguiano que el nombre que con tanta ilusión eligieron para ti, sirva hoy, en vida, para poco más que para bautizar una trama policial y política turbia y vergonzante. Que ese nombre sea poco más que alimento de sobremesas familiares, de discusiones de barra de bar, que sirva para titulares socorridos y para que los tertulianos del “todo a cien” tengan cuerda para rato.

Por triste que suene, la gente olvida pronto las guerras, las víctimas de tsunamis, atentados y catástrofes varias, pero tiene una memoria selectiva de largo alcance y tinte morboso para recordar a esos personajes de episodios escabrosos que han enturbiado con su mal hacer nuestra vida cotidiana.

Esos "titos Bernis", las indecentes juegas en tanga de nuestros "Roldanes", y sobre todo, nuestros "Koldos", esos que trapicheaban en los días más amargos de nuestra historia reciente. 

En nuestra pandemia. Eso se queda grabado en el disco duro de los ciudadanos por mucho tiempo.Y así debe ser, pues atravesamos todos juntos nuestra travesía del desierto, mientras un buscavidas, con el silencio cómplice de otros, contaba los euros de más que se iba a regalar.

Mientras nosotros abríamos las ventanas a las 8 en punto para aplaudir y cantar "Resistiré", hacíamos gimnasia o pan en casa y soñábamos con tener un perro para poder pisar la calle un rato, los secuaces hacían caja en nuestros pandémicos días repartiéndose el botín de unas mascarillas que no nos iban a salvar de nada. La especie humana, buena en esencia, sacó lo mejor de sí misma, se sobrepuso a los egos, mientras nuestros funcionarios públicos nos (des) gobernaban, dando golpes de timón sin rumbo conocido.

El gran problema los "buscones" de medio pelo de hoy no está en ellos. En su naturaleza está el buscar atajos para llegar allí donde otros llegan a base de esfuerzo y méritos. Es su esencia buscar el regate corto, el cortoplacismo, el recorte taurino, el “tú págame que ya veremos luego”. Ellos no pueden dejar de ser ellos.

Es tarea de nuestros políticos aplicarse más y mejor en la elección de sus "asesores" en los que delegan un poder casi omnímodo.
 
Los arribistas de afters, como la cabra, tiran monte arriba siempre. Ellos sí que hacen de la necesidad virtud. De la necesidad de tener un Porsche y unos cuantos pisos en la costa, que eso siempre viste, hacen virtud para disfrazarse de gente respetable y al son de “Vd no sabe con quién está hablando”, llevarse sin recato nuestros dineros. 
 
Es el dedo que les nombra el responsable de todos los delitos, chanchullos y desmanes vergonzantes de sus "protegidos".Es ahí donde se les ve las costuras a sus protectores, a los que dejaron todo en sus manos.Los responsables de este casting de trileros, bien conocen el turbio recorrido de sus elegidos y saben de la catadura moral de sus pícaros asesores.
 
Lo que viene después es parte de un guion perversamente escrito con trazo grueso.
 
El pianista lo hace lo mejor que puede. No le disparen.

O no sólo a él.

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