En el año 2021, 75 jóvenes de entre 10 y 19 años se suicidaron en España, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Esta cifra supuso más del 11 % del total de todas las muertes registradas en esta franja de edad, constituyendo la segunda causa de muerte externa después de los accidentes de tráfico. La precocidad de la conducta suicida es, sin duda, alarmante.
España no es un caso aislado. El suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes a nivel mundial. La situación ha despertado la necesidad urgente de comprender los diversos factores que contribuyen a este fenómeno para implementar estrategias efectivas de prevención y apoyo.
¿Por qué tantos adolescentes se plantean el suicidio?
No hay una respuesta fácil a esta pregunta. Existen múltiples factores de riesgo y protección, tanto personales como del entorno. Estos factores interactúan produciendo un resultado diferente en cada persona. De ahí que estemos ante un problema complejo.
Según una reciente investigación, los problemas de salud mental parecen ser el factor de riesgo más asociado con la conducta suicida en adolescentes. Principalmente la depresión, aunque también otros como la ansiedad o los trastornos alimentarios. Cuando confluyen varios trastornos mentales, o cuando se combinan con abuso de alcohol o drogas, el riesgo se dispara.
No obstante, es muy importante señalar que la mayoría de los adolescentes con trastorno mental no intentan suicidarse. Y, por supuesto, muchos adolescentes que cometen estos actos no presentan ningún trastorno mental.
Bullying, conflictos familiares y violencia sexual lo precipitan
Los eventos vitales adversos se consideran factores precipitantes. Entre los eventos estresantes más comúnmente asociados a la conducta suicida destacan los conflictos familiares, haber sido víctima de violencia sexual, sufrir maltrato en la infancia o sufrir bullying. Sin embargo, en un adolescente vulnerable, las rupturas de pareja, los cambios de residencia, el fracaso escolar y otras situaciones también podrían actuar como detonantes.
Determinados rasgos de personalidad como la impulsividad, el perfeccionismo o el uso de estrategias de afrontamiento centradas en la emoción o en la evitación aumentan el impacto negativo que tienen los eventos vitales adversos.
Por último, debemos subrayar la importancia de los intentos de suicidio previos: un adolescente que ha intentado suicidarse no siempre volverá a intentarlo, pero es cierto que la probabilidad aumenta.
¿Qué factores protegen a los adolescentes de la conducta suicida?
La probabilidad de llevar a cabo un acto suicida se reduce cuando confluyen ciertos actores de protección. Se relacionan con la resiliencia, que es la capacidad que las personas tienen para adaptarse y sobreponerse a eventos vitales adversos.
Algunos de los factores personales de protección identificados entre adolescentes son la valoración positiva de las propias capacidades (autoconcepto positivo); la capacidad para regular los propios pensamientos y emociones de cara a la consecución de los propios objetivos (flexibilidad cognitiva) y la gestión adecuada de emociones como el enfado, la frustración y la tristeza (autocontrol emocional).
También el apoyo social tiene una gran importancia. Y lo mismo pasa con el sentido de pertenencia y aceptación positiva en una comunidad. La percepción por parte de los adolescentes de que pueden apoyarse emocionalmente en familiares y amigos hace que el impacto de los eventos negativos sea mucho menor. Por eso, hablar del suicidio con un adolescente vulnerable es aconsejable, ya que este percibe el apoyo y tiene la posibilidad de considerar opciones alternativas.
El sentido o propósito de vida funciona asimismo como escudo protector frente a los intentos de suicidio a lo largo de la vida.
Prevenir el suicidio en los adolescentes
Después de lo expuesto, se puede llegar a la conclusión de que es posible prevenir el suicidio, ya que la mayoría de los factores de riesgo y protección pueden ser modificados. Muchos de los jóvenes que intentan suicidarse en realidad no quieren morir, sino dejar de sufrir. Estos adolescentes pueden pensar en el suicidio como una salida, al verse superados por los problemas a los que se enfrentan sin disponer de recursos suficientes para manejarlos.
Por todo ello, desde una perspectiva general, la prevención del suicidio en adolescentes está estrechamente relacionada con la protección y la promoción del bienestar en la infancia, a través de la disminución de los factores de riesgo y la promoción de los factores de protección mencionados. Para ello, se precisa una aproximación multidisciplinar e integral de todos los ámbitos, agentes y estamentos sociales, cada uno con su cometido específico.
Un elemento clave consiste en la detección temprana de adolescentes con mayor vulnerabilidad. Con esta finalidad se han desarrollado programas específicos de entrenamiento que buscan capacitar a personas no expertas, denominados gatekeepers.
Familiares, profesionales de la salud y maestros pueden ser entrenados para reconocer las señales de advertencia, responder adecuadamente y dirigir a las personas en riesgo hacia los recursos adecuados de ayuda y apoyo.
No obstante, queda mucho por hacer y la efectividad de estos programas de intervención no está del todo clara. Parece que ninguna iniciativa o estrategia de prevención se destaca por encima de las otras: lo que podría funcionar es combinar estrategias a nivel individual y poblacional.
David Roncero Villarreal, Profesor Ayudante Doctor, Universidad Francisco de Vitoria