El padre Miguel Pajares, afectado por el virus del ébola, ha fallecido esta mañana en el Hospital Carlos III de Madrid, según han confirmado las agencias.
Pajares había recibido el medicamento experimental con el que están siendo tratados otros dos pacientes en Estados Unidos, según confirmaba ayer el director de Juan Ciudad ONGD, José María Viadero, y parecía que en los últimos días se encontraba estable.
La carga viral y el estado del paciente influyen en la rapidez con la que avanza la enfermedad y esa velocidad es clave, pues el cuerpo humano puede no tener tiempo suficiente para generar anticuerpos, que son células que fabrica específicamente para atacar y eliminar el virus. Si una persona, como era el caso del padre Miguel, sufre además una enfermedad previa tiene más riesgo de fallecer debido a que su organismo no está en buenas condiciones como para responder a una infección de estas dimensiones.
Miguel Pajares, de 75 años, había contraído la infección al estar en contacto con el director del Hospital de San José en Monrovia (Liberia), el camerunés Patrick Nshamdze, al que le habían realizado un test que dio un falso negativo. El sacerdote, que había tomado medidas preventivas, se relajó en su trato y, debido al contacto con el paciente, terminó infectado con este virus.
El caso del padre Miguel y del resto de trabajadores del Hospital San José es uno más en la larga lista de médicos, enfermeras, cooperantes y religiosos que han contraído la enfermedad por estar en contacto con pacientes. Los últimos casos han sido el médico nigeriano que trató al que de momento es el único fallecido por el ébola en Nigeria, la hermana Chantal y del religioso George Combey, compañeros de Pajares.
Tal y como reconocían diferentes expertos a este periódico, las dos primeras semanas son vitales ya que la mayoría de las muertes se producen en este plazo. Aunque se habla mucho de las hemorragias como la principal causa de muerte, lo cierto es que la mayoría de los pacientes no fallece por esta causa. El virus tiene una gran capacidad de multiplicarse rápidamente en el cuerpo humano y, una vez allí, bloquea el sistema defensivo lo que por sí mismo puede originar la muerte. Pero no sólo produce una inhibición de las defensas sino que también genera una alteración de la permeabilidad de los vasos sanguíneos y de la coagulación.
Fuente: elmundo