Aunque quedan semanas por contabilizar, pero Argentina ya ha superado el umbral de 130 mil casos de dengue. Eso son más de 11 veces los casos que se contabilizaron en el primer trimestre del año pasado y esa temporada, la de 2023, fue la más letal desde que hay registros. Este año, ya han fallecido más de un centenar de personas.
No es un hecho aislado, es cierto. La Organización Panamericana de la Salud ha emitido una alerta por el enorme aumento de contagios en toda la región (Brasil ha contabilizado 1,5 millones positivos y Paraguay, 160.000). Sin embargo, esos países están más que acostumbrados.
Lo que estamos viendo en Argentina es que el mosquito empieza a llegar donde ni siquiera imaginábamos que era posible que lo hiciera.
El dengue (también conocida como 'fiebre quebrantahuesos') es una infección vírica que se transmite a los seres humanos por la picadura de ciertos mosquitos (sobre todo, el Aedes aegypti). Durante siglos, ha sido muy frecuente en todas las regiones tropicales y subtropicales del mundo, pero en los últimos años ha ido incluyendo 'regiones templadas' a su área de influencia.
Una de las grandes dificultades de esta enfermedad es que, como señalan desde la OMS, "la mayoría de las personas que contraen dengue no tienen síntomas" y, si los hay, suelen ser leves: fiebre alta, dolor de cabeza, nauseas y alguna erupción en la piel.
Cuando no es leve, puede provocar (y provoca) la muerte. Se calcula que fallecen unas 20.000 personas al año; aunque, como la enfermedad se va extendiendo más y más, esa cifra no dejan de crecer.
"El aumento de las temperaturas y los cambios en los regímenes pluviométricos (lluvias) favorecen la adaptación del mosquito, convirtiendo una enfermedad estacional en una amenaza constante", explicaba Pizzi. No obstante, a esto hay que añadir más cosas como "la deforestación, la urbanización desorganizada y, actualmente, la presencia del fenómeno del Niño", matizaba Florencia Troglio, de la Sociedad Argentina de Infectología.
En estos últimos 40, el número anual de brotes se triplicó en todo el mundo y las enfermedades causantes casi se doblaron. Pero casi todas las enfermedades que han puesto el mundo patas arriba son viejas conocidas.
Viendo lo que ocurre en Argentina, cada vez está más claro: el gran reto sanitario del futuro no será una enfermedad nueva y conocida, sino una enfermedad bien conocida totalmente descontrolada.