El consumo de pornografía está cada vez más extendido. ¿A qué se debe? Según quienes defienden la hipótesis llamada Triple A Engine, influyen tres factores: la facilidad de acceso (accesibilidad, la primera a), el bajo o nulo coste de este material (asequibilidad) y la posibilidad de acceder a él desde el anonimato.
Al evaluar ese incremento en una muestra de distintas generaciones, los expertos concluyen que se explica primordialmente por la presencia de la pornografía en internet. La red permite que los adolescentes entren fácilmente en contacto con el contenido sexual explícito a una edad cada vez más temprana, ya sea de forma involuntaria o intencionada.
Distintos estudios realizados en España concluyen que entre el 60 % y 70 % de los menores de entre 13 y 17 años ha visto pornografía. Y se estima que el 85 % accede a ella de forma voluntaria.
Otras investigaciones realizadas en adultos señalan que el uso problemático de estos contenidos puede afectar negativamente a las relaciones personales y al ámbito laboral, social y físico de los usuarios. Los adolescentes, inmersos en un periodo crítico para el desarrollo de una sexualidad sana, pueden ser especialmente vulnerables a esos efectos.
Un reguero de problemas
Entre las consecuencias nocivas encontramos: deterioro de las relaciones interpersonales; aumento de la inclinación a cosificar la figura femenina y a incurrir en estereotipos de género; desarrollo de actitudes permisivas sexuales; instrumentalización de la sexualidad; conductas sexuales de riesgo; consumo de drogas; y problemas en las relaciones familiares.
Sin embargo, no hay consenso sobre los efectos de la exposición temprana al material pornográfico y qué otras variables influyen en que esa práctica se convierta en problemática. ¿Cuándo se traspasa el umbral?
Podemos imaginar un continuum entre uso, uso problemático y abuso. Por un lado, está el hecho de ver porno esporádicamente con fines recreativos. Aunque puede conllevar implicaciones sociales, ciudadanas, familiares, éticas y morales, no tiene consecuencias clínicas.
Los problemas surgen cuando una alta frecuencia de consumo se asocia a manifestaciones clínicas. Destacan los síntomas depresivos y de ansiedad, la incapacidad de identificar y regular las emociones o una baja autoestima, así como dificultades con la sexualidad (falta de deseo, disfunciones sexuales) y las relaciones afectivas.
¿Cómo se puede abordar?
Se ha demostrado que el tratamiento del uso problemático de pornografía y de las conductas sexuales compulsivas es más eficaz si se realiza con una perspectiva que incluya los aspectos biológicos, psicológicos, interpersonales y del entorno del individuo. No obstante, cabe señalar que las investigaciones realizadas hasta la fecha se han centrado en la población adulta; faltan estudios con adolescentes.
En cuanto al tratamiento psicoterapéutico, hay datos que avalan la eficacia de la terapia cognitivo-conductual. Esta se basa en enseñar a la persona, que desempeña un papel activo, a analizar sus propios pensamientos, sentimientos y comportamientos. Así puede intervenir sobre ellos y con ellos, de forma que adquiere autonomía y capacidad en la dirección de su propia vida.
Al comenzar el tratamiento es necesario establecer en qué punto se encuentra el individuo respecto al consumo de pornografía. ¿Lo ve como un problema? ¿Le afecta en su vida? ¿Es él quien pide ayuda? ¿Ha intentado dejarlo por sus propios medios?
Resulta fundamental trabajar la motivación y la preparación al cambio para favorecer la implicación en el tratamiento. En este sentido, el terapeuta puede utilizar técnicas como la entrevista motivacional, herramienta que ayuda a identificar los efectos negativos e invita a considerar cómo mejoraría la vida del afectado si cambiara su conducta.
Durante las primeras fases de la terapia es fundamental proporcionar información sobre los orígenes y consecuencias del uso de la pornografía y el comportamiento sexual mediante la llamada psicoeducación. Además, puede servir como herramienta para afianzar el vínculo terapéutico e incrementar la confianza con el terapeuta. Es importante favorecer que la persona establezca un orden en su vida, con un horario, autocuidados personales, hábitos saludables y apoyo social.
Esperanza, optimismo y mindfulness
En los programas cognitivo-conductuales se aplican técnicas no solo para reducir o eliminar las conductas problemáticas, sino también para identificar y gestionar los factores internos y externos que desencadenan el consumo de pornografía. Así se fortalece la autoeficacia, el control y el sentimiento de ser capaz de superarlo.
También se emplean técnicas como la reestructuración cognitiva, que consiste en aprender a modificar pensamientos negativos y extremos asociados al problema por pensamientos más realistas y positivos. La prevención de posibles recaídas, con estrategias individualizadas, es un elemento clave para el cambio.
Como el uso problemático de la pornografía suele estar asociado a dificultades para gestionar y regular las emociones, algunas terapias psicológicas han incorporado mindfulness con el fin de mejorar este déficit. Incluyen ejercicios para lograr la atención plena y la conciencia del momento presente, sin juzgar ni rechazar la experiencia. Diferentes estudios apuntan a que es eficaz tanto para prevenir recaídas, como para reducir la frecuencia de consumo de pornografía y los síntomas clínicos asociados.
Sin embargo, la validez de estos trabajos está limitada por las muestras, que son reducidas y poco variadas. Habitualmente sólo incluyen hombres adultos.
Dónde encontrar ayuda
En internet, existen recursos diseñados para prevenir y tratar del uso problemático de pornografía y de las conductas sexuales compulsivas. Un ejemplo es La Pureza es posible, un programa basado en la terapia cognitivo-conductual y desarrollado por el psiquiatra de Harvard Kevin Majeres. Está disponible en varios idiomas.
En España, la asociación sin ánimo de lucro Dale una vuelta ofrece información en línea sobre las posibles consecuencias del uso de pornografía.
Recientemente, un grupo de investigadores de las universidades públicas Eötvös Loránd de Budapest y la de Zürich ha desarrollado un programa de ayuda psicológica denominado Hands-off. Se estructura en distintos módulos conceptuales con ejercicios interactivos, basados en la entrevista motivacional y la terapia cognitivo-conductual, e incorpora principios de mindfulness. Los resultados preliminares de un ensayo clínico en 264 adultos respaldan su eficacia en la reducción de la frecuencia del consumo de porno, el aprendizaje de técnicas para evitarlo y el control del deseo.
Las intervenciones en línea como Hands-off ofrecen numerosas ventajas, también entre los más jóvenes. Entre ellas, el fácil manejo, el acceso de forma anónima y la flexibilidad en la gestión de los módulos y los horarios. Cumplen la triple A, pero aquí con consecuencias saludables. Esas virtudes ayudan a derribar algunas barreras, como el estigma o los sentimientos de vergüenza por buscar ayuda, que dificultan el acceso a terapias presenciales tradicionales.
Tales obstáculos afectan particularmente a los adolescentes, que tardan más en identificar el problema y en pedir ayuda. Por ello, se propone en futuros estudios utilizar esta modalidad de tratamiento en línea para ellos.
Carlos Chiclana Actis, Associate professor, Universidad CEU San Pablo y Giulia Testa, Investigadora postdoctoral, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja