Sus preferencias políticas pueden estar distorsionando su visión de la realidad económica

Distorsión de la realidad | Sasin Paraksa/Shutterstock

En una democracia, la elección de los líderes –y las políticas públicas que ofrecen– depende en parte de la información que tienen los votantes sobre la situación económica. Percepciones inexactas pueden llevar a decisiones electorales mal fundamentadas, que no reflejen las verdaderas necesidades del país.

Por otro lado, las expectativas erróneas de consumidores e inversores pueden llevar a decisiones individuales subóptimas, con potenciales efectos en toda la economía. Por ejemplo, si un sector de la población percibe que la economía está en declive podría reducir su consumo y sus inversiones, incluso si los indicadores económicos reales son positivos.

Estas decisiones pueden ralentizar el crecimiento económico, creando un ciclo de pesimismo que afecta negativamente a la economía en general.

¿Tiene la gente percepciones correctas sobre la economía?

Existen evidencias significativas de la existencia de percepciones erróneas sobre la economía, que podemos ilustrar con cuatro ejemplos:

  1. En España, solo el 36 % de encuestados sabían en 2021 que las pensiones constituyen la mayor partida del gasto público español.

  2. Según la encuesta a consumidores de la Comisión Europea, y con datos de 2004 a 2021, la percepción media de la inflación de los consumidores de la zona euro se encontraba en el 8,7 %, superando ampliamente la inflación real, que fue del 1,5 %.

  3. En una pregunta incluida en la Encuesta Social Europea de 2008, el encuestado medio sobreestimó la tasa de desempleo en 13 puntos porcentuales.

  4. Una encuesta de 2005 mostró que los encuestados tendían a subestimar el nivel real de desigualdad de riqueza en Estados Unidos, creyendo que el quintil más rico poseía alrededor del 59 % de la riqueza, cuando el número real está más cerca del 84 %.

Causas potenciales de la ignorancia económica

La ignorancia sobre variables económicas básicas puede surgir por diversas razones. Una causa es la desatención racional: la tendencia a centrar nuestra limitada atención en información que ofrece un alto ratio de utilidad versus complejidad o esfuerzo para entenderla.

Por ejemplo, la causalidad económica es extremadamente compleja y, para muchas personas, conocer en detalle estadísticas económicas o literatura académica puede parecer poco relevante para su bienestar cotidiano. La falta de educación económica probablemente contribuya a dicha desatención si una persona sin formación encuentra difícil comprender y analizar información económica.

Otra causa sería la desconfianza en la calidad de la información disponible, especialmente cuando existen opiniones contradictorias, incluso entre expertos.

Una razón menos evidente, que exploraremos a continuación, es el pensamiento motivado. Este fenómeno ocurre cuando nuestra preferencia por que cierto evento sea cierto distorsiona nuestra percepción de si es en realidad cierto (o no). En particular, los sesgos partidistas pueden llevar a una persona a creer que la economía va bien bajo un gobierno de su preferencia, ignorando datos negativos.

Este sesgo puede surgir porque aceptar que su partido no está gestionando bien la economía cuestionaría no solo su elección política, sino también su identidad y autoestima.

Sesgos partidistas en la percepción económica

Podemos ilustrar el fenómeno con dos ejemplos, comenzando con uno de Estados Unidos. Los datos de encuestas de Gallup de entre 1999 y 2020 muestran la evolución de las percepciones sobre la mejora económica y permiten diferenciar entre demócratas y republicanos. Las diferencias entre grupos son claras: mientras que en los mandatos de Bush (2001-2009) y Trump (2017-2021) los republicanos tienen una visión económica más positiva, en los de Obama (2009-2017) son los demócratas quienes creen que la economía mejora.

Porcentaje de encuestados de Gallup en Estados Unidos entre 2000 y 2020 que creen que la economía está mejorando, según su afiliación política. Raúl López Pérez

La notable diferencia durante la presidencia de Trump sugiere el impacto de la creciente polarización en estos sesgos. Aunque algunas diferencias entre demócratas y republicanos pueden reflejar diferencias en preferencias económicas o información disponible (sobre todo si ambos grupos se informan en medios diferentes), la desconexión entre las percepciones de los votantes y los indicadores económicos reales, como el desempleo o el crecimiento del PIB, indica la presencia de sesgos motivados, posiblemente influenciados por las emociones de los votantes.

Es importante señalar también que las percepciones económicas parecen tener efectos en el comportamiento de los votantes y no son sólo creencias sin mayor impacto. Por ejemplo, en los condados de mayoría demócrata en EE. UU., el consumo aumentó aproximadamente un 0,9 % tras una victoria demócrata.

Polarización política versus indicadores económicos

El segundo ejemplo de sesgo partidista proviene de Europa. Un estudio reciente del Banco de España muestra que la polarización política en Europa afecta a las expectativas económicas de los ciudadanos.

A través de 134 cambios de gobierno en 27 países, se evidencia que los partidarios de la izquierda y la derecha actualizan sus expectativas económicas de manera opuesta tras un cambio de liderazgo. Como en Estados Unidos, este sesgo partidista es mayor en contextos de alta polarización. También se amplifica en crisis económicas.

Por resumir, los sesgos partidistas tienen un impacto significativo en nuestra percepción de indicadores económicos como el desempleo, así como en nuestras decisiones económicas. El pensamiento motivado parece desempeñar un papel crucial en su formación. Esto complica la búsqueda de soluciones efectivas, ya que los sesgos están profundamente arraigados en la identidad política y emocional de los individuos. Por todas estas razones, el estudio de los determinantes de tales sesgos es, en la actualidad, un campo de investigación activo y relevante.


Paola Ambroa Lyon, estudiante de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Carlos III de Madrid, es coautora de este artículo.

Raúl López Pérez, Científico Titular del CSIC, especializado en Economía del Comportamiento y Teoría de la Decisión. Instituto de Políticas y Bienes Públicos (IPP), Madrid., Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)