Beber con pajita puede ser clave para frenar los contagios

El sonado brote originado durante una fiesta de fin de curso en la ciudad andaluza de Córdoba supera ya el centenar de positivos. Entretanto, los brotes en discotecas suman ya el 10% de los totales, y las reuniones familiares provocan en torno al 40%.

Los estudios señalan que, en la COVID-19, el 10% de los enfermos genera alrededor del 80% de los contagios. Estos supercontagiadores son típicamente personas con una alta carga viral (mayor concentración del virus), asintomáticos, presintomáticos o incluso con síntomas.

Además, muchos de ellos se comportan como superemisores, generando hasta diez veces más gotículas respiratorias que la persona media. Los síntomas como tos o estornudos ayudan a dispersarlas aún más, sobre todo si no se ejercitan buenos hábitos como cubrirse la boca con el codo al toser. Los supercontagiadores tienen, además y de manera crucial, contacto con un gran número de personas en condiciones favorables para la transmisión del virus.

Que los supercontagios harán que sea muy difícil eliminar por completo el virus parece indiscutible. Sin embargo, si nos centramos en limitarlos podemos diseñar estrategias eficaces que preserven en mayor medida nuestro estilo de vida. Estas medidas focalizadas podrían ser mucho más eficaces de lo que la mayoría de previsiones, basadas en la tasa media de contagios, podrían sugerir.

¿Podemos anticiparnos al próximo supercontagiador?

Desgraciadamente, es imposible conocer la carga viral sin realizar una PCR. Lo que sí podemos hacer es analizar cuáles fueron las circunstancias que propiciaron los grandes contagios.

¿Qué tienen en común? Un reciente análisis revisa 1100 eventos de este tipo para intentar encontrar factores comunes. Aunque este tipo de investigaciones enfrenta limitaciones importantes, parece claro que algunas circunstancias son especialmente desfavorables.

La mayoría de los supercontagios sucedieron en espacios cerrados. No debemos olvidar que, en condiciones de circulación del virus, aunque la probabilidad de que una persona en particular esté enferma sea del 1%, en un espacio con 100 personas, por ejemplo, la probabilidad de que al menos una persona esté infectada es superior al 63%. Además, hablar favorece la transmisión del virus al incrementar el número de gotículas respiratorias que se producen. Y parece que gritar o cantar tiene un efecto aún mayor.

La actividad física también favorece el contagio, probablemente al facilitar que estas gotículas se emitan o aspiren con fuerza. Las condiciones ambientales tienen un efecto clave, con entornos fríos y húmedos protagonizando un gran número de contagios. Por otro lado, encontramos que las reuniones en las que se comparte comida tienen un riesgo añadido.

Podemos focalizarnos en las situaciones que presenten una o varias de estas características para mitigar su riesgo. Esto incluiría gimnasios, restaurantes y locales de ocio, fincas de trabajo agrícola o plantas industriales.

En las últimas semanas han aparecido soluciones ingeniosas que podrían ayudarnos en esta tarea. Tenemos ya mascarillas que permiten beber sin retirarlas. Y sería casi igualmente efectivo beber con pajita de un vaso tapado y manteniendo la mascarilla puesta, lo cual podría reducir enormemente el riesgo de los locales de ocio. Algunos han propuesto también el uso de pantallas mientras se come en los restaurantes.

De la misma manera, grandes fabricantes como Under Armour o Adidas han desarrollado mascarillas con las que hacer ejercicio es casi igual de cómodo que sin ellas gracias a tejidos de última generación, lo que podría reducir el riesgo en los gimnasios o en los trabajos con una gran actividad física, como la agricultura o las plantas de procesamiento de carne.

Este tipo de soluciones podría contribuir enormemente al control de los contagios [manteniendo en lo posible nuestras actividades habituales], sobre todo en lo que respecta a la interacción cotidiana con nuestro círculo más cercano (https://wwwnc.cdc.gov/eid/article/26/6/20-0495_article). Si tomamos las medidas adecuadas, podemos aprovechar las características de los supercontagios para ayudarnos a superar la pandemia.

Sara Lumbreras, Profesora e investigadora en el Instituto de Investigación Tecnológica, Universidad Pontificia Comillas