Opinión

El Día D: otra prueba para las empresas

El coronavirus ha significado un cambio total para las sociedades, países, personas, instituciones y, por supuesto, para las compañías. Adaptarse y enfrentar el impacto que ha tenido la pandemia ha sido, sin duda, cuesta arriba más no imposible de sortear. Y, ahora, ya está en marcha una nueva etapa…

Muchas empresas en el mundo que cerraron sus actividades durante el confinamiento para evitar la propagación del covid-19 y las que permanecieron abiertas tienen la misma inquietud sobre qué hacer en "la nueva normalidad".

El "Día D" debería ser menos complejo para las compañías que se mantuvieron operativas durante la pandemia y más complicado para aquellas con actividades no esenciales que estuvieron inactivas durante la emergencia sanitaria.

En ambos casos, las empresas comienzan a establecer procesos de reingreso parcial o total de su personal que realiza trabajo presencial, por ejemplo, en fábricas, oficinas, tiendas y puntos de venta.

Si bien cada negocio tiene sus propias características, los empresarios afrontan la misma preocupación sobre cómo mantener protegidas a las personas, cómo y cuándo comunicarlo y cuál es la forma correcta de avanzar en la realidad inédita y con muchas incertidumbres que deja el covid-19.

El desmontaje de algunas medidas adoptadas para luchar contra la pandemia impone a las empresas en su reapertura cambios dentro de sus instalaciones para prevenir nuevos casos de covid-19 en su personal y evitar afectar a los consumidores y a las comunidades donde desarrolla sus actividades.

Ello implica -además de las precauciones implementadas durante la crisis de llevar mascarilla y guantes, higiene individual y desinfección espacios- la adecuación de los lugares de trabajo para hacer más eficaces las medidas de distanciamiento social y contacto interpersonal.

Así que las compañías desde ya están pasando por un proceso de transición que requiere de un liderazgo firme, pero también empático basado en la conexión entre personas y el trato humano y cercano. En este contexto, los líderes tienen una triple responsabilidad: ser verdaderos expertos en sus áreas de competencia para mantenerse como referentes para sus equipos; procurar resultados concretos, pues ya no basta administrar el negocio; y ser catalizadores de los cambios que permitan a las compañías agilizarse, flexibilizarse y mejorar de cara al futuro.

El coronavirus ha puesto a prueba el liderazgo y lo seguirá haciendo. Entre las responsabilidades de los líderes está, precisamente, encabezar esa transición y el regreso al trabajo. Para ello, deben disponer de la información necesaria para facilitar la rápida toma de decisiones, además de construir un enfoque de gestión del cambio que permita generar conciencia, comprensión, compromiso y adopción de las medidas, involucrando a toda la gente de la empresa.

Pero eso no es todo, es de especial importancia que las compañías tengan un plan de comunicaciones y relaciones públicas, tanto a lo interno como a lo externo, para compartir los mensajes correctos a través de los canales correctos y en el momento adecuado para los empleados, clientes, proveedores, inversionistas y la comunidad en general.

Esto es clave, tomando en cuenta que el “Día D” ya está aquí e implica para las empresas otra prueba.

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