Opinión

El rap sanador de la reina

La Reina Leticia se marcó un rap por la salud mental | Imagen: elle.com
photo_camera La Reina Leticia se marcó un rap por la salud mental | Imagen: elle.com

Veo en redes con una curiosa mezcla de asombro y regocijo, un vídeo en el que la reina Leticia se marca un rap por la salud mental. Se marca nuestra reina consorte un rap transgresor, como se marca el político de medio pelo un populista chotis en San Isidro, en vísperas cualquier cita electoral.

Desde ese púlpito, tanto físico como institucional, la reina rapea, sin caer en el error de imitar a los grandes del género, sin pantalones campanudos ni gorra calada del revés. 

"Hago lo que puedo, llego a lo que llego y no es sano que me exija tanto/ Duelen los enfados y las malas caras cuando fallo en algo/ pero duele más cuando no valoran que lo has intentado/ Y lo estoy intentando/ Perdón si no alcanzo pero ¿por qué han pensado que lo haría bien todo el rato?"

Rapea Doña Leticia por Antonio Edjang Moreno, compositor de rap y brillante músico, conocido como "El Chojin". Cuando alguien sitúa una canción, un poema, un escrito, en un lugar, en un paisaje mental tan lejos de su sitio natural, pasan cosas, se sacuden conciencias. 

Reconforta ver como nuestra reina consorte, acomoda su corsé real a (su) nuestra realidad, recuperando esa intrépida y plebeya periodista inconformista que un día fue. Lo hace para contarnos que las enfermedades mentales en España están más enfermas que nunca. Utiliza su notorio y privilegiado púlpito para que pensemos en un mal que nos está devorando.

Las enfermedades mentales, crecen desbocadas, sin profesionales para atender a todas y son el  origen de la primera causa de muerte no natural en España. El suicidio es esa muerte vergonzante para las familias. La que se esconde bajo el felpudo, lejos de la mirada culpable de la sociedad, que vive de espaldas a ella. Se guarda en un cajón junto a la ignominia y la culpa, en un rincón del alma donde no se la pueda ver. Quizás temen que se produzca un efecto llamada, pero en su lugar, las cifras de suicidios se disparan con el cómplice silencio de la administración y las redes sociales. 

En España, según datos del INE, en 2022, se quitaron la vida 4.097 personas. Hay una inflación de personas que se quitan la vida. Las estadísticas sobre el problema son apabullantes: la mayoría, hombres, cada vez más adolescentes, personas de altas capacidades y también aquellas con un C.I. muy bajo, tanto como para que su mente no sea capaz de desarrollar mecanismos de defensa ante tanto sufrimiento. 

No hay gobierno de turno, ni siglas políticas que no vacíen sus esfuerzos y parte del presupuesto en combatir la lucha de género, la violencia machista, el bullying, todos ellos asuntos de gran importancia y de un calado social indiscutible. 

Aún estoy a la espera de que el Ministerio de Asuntos Sociales, que es al que más cerca le cae el balón, lo baje al suelo y decida poner en marcha recursos financieros y humanos en la prevención primaria de suicidios. Es decir, que ataquen las causas más probables de tan triste lacra, con psicólogos en colegios e institutos, identificando depresiones o alteraciones mentales con visos de acabar en suicidio. Las cifras y la sociedad lo agradecerían. 

Decía la madre de un buen amigo que ella deseaba para sus hijos, "la perfecta medianía". La madre de mi amigo, culta y sabia, pretendía para sus hijos, con su lema, que llevaran vidas corrientes, alejadas de los extremos. No esperaba que descubrieran un nuevo tratamiento para un cáncer incurable, pero tampoco que deambularan por la vida sin sentido ni sin un propósito. 

In medio, virtus. 

Alejados de lo polos, esos que se atraen, quizás la "perfecta medianía" sea un lugar seguro, a salvo de la vida. Tengo para mí que la gente no se quita la vida para dejar de vivir, sino para dejar de sufrir. Un día se les apaga la luz. 

La vida es rabiosamente pendular. Vivimos en una sociedad de pesos y contrapesos. Así, en tiempos en los que la clase política ha hecho un fantástico trabajo para desprestigiar su profesión  - suponiendo que esta exista- y llevarla a niveles ínfimos, los ciudadanos, huérfanos de referentes, vuelven su mirada hacia esa monarquía que cotiza al alza. 

Y lo hace gracias al pulcro trabajo y oficio del Rey Felipe y a la perfecta medianía de nuestra reina, ejerciendo de BizRap. 

Un rap que nos devuelve una monarquía que andaba apolillada, alejada del pueblo y sus males y que ahora le saca los colores a la clase política, tan pendiente de sus egos y sus insultos a discreción.  

El rap de Doña Leticia nos devuelve un poco el pulso de la vida. 

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