Opinión

El sueño de una noche “no binaria"

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Todo empezó en la piscina de Juan Carlos, en la sierra.
 

Habíamos formado un pequeño corro fuera de la piscina hablando sobre el colectivo LGTBI +, con respeto, preguntándonos si era necesario ocupar tanto abecedario para describir al colectivo de gays y lesbianas. 

De pronto alguien preguntó: ¿Y la I, qué significa? Mi amiga Ana, profe y muy puesta en los temas de hoy aclaró: "la "I" es de intersexual". Lo dijo con la naturalidad con la que se contesta a un acertijo. Todos bromeamos un rato sobre en qué momento se les había ido de las manos, añadiendo letras al colectivo, que creaban más confusión que lo contrario. 

Nos despedimos cariñosos, "La próxima en mi casa, dijo Ana desde el coche". 
 

Yo confieso que aquella noche no podía dejar de pensar en la conversación. Se me ocurrió que el signo + del final es una forma de decir..."y lo que falta”. 

Al volver a casa, me invadió un desasosiego. ¿Qué me había perdido? 
 

Desde que en 1978 se reformó la ley de peligrosidad social por la que gays y transexuales dejaban de ser delincuentes, hasta 2005, cuando fuimos el tercer país del mundo en legalizar el matrimonio homosexual, todo encajaba. Una sociedad no puede vivir de espaldas a su realidad. Y menos, un país que pretende ser alguien en el concierto mundial.  
 

Pero, coleccionar letras del abecedario, jugando a ser los más progres del mundo, para contentar a cualquier colectivo que alzará la voz, es algo desmedido. 
 

En Junio de 2021, mientras transitábamos de ola en ola, y el Telediario abría a diario con las cifras de muertos por COVID, el consejo de ministros aprobó la ley trans y de derechos de las personas LGTBI. Esta ley, pendiente de aprobación por las cortes, incluye nada menos que 37 géneros y 12 orientaciones sexuales. 
 

Así que un día te puedes levantar pansexual, pero tras una comida con un vino y unos gin-tonic, decidir que casi prefieres ser demisexual esa noche, sea lo sea  que signifique eso. Puedes amanecer y llamar a un amigo para decirle que no, que al final eres queer, que lo has pensado bien. 
 

Todo esto y más, que ignoraba mi amiga Ana es lo que incluye ese signo +. 

Ayer le llamé y le recordé nuestra conversación. 
 

Le dije que por lo visto, pese a las innumerables opciones de elección de sexo y género que teníamos, había un colectivo indignado por no haber sido incluido en la ley. 
 

¿"Quién", preguntó, con tono de intriga? "Pues los no binarios, Ana, contesté cual quien descubre la  piedra filosofal".
 

Al otro lado del teléfono, noté un silencio inquisitivo. "Al parecer", proseguí con tono doctoral, "es un grupo que no se considera ni hombre ni mujer, sino todo lo contrario". 
 

¿Como?, Llegué a escuchar. "Algunas personas no binarias se sienten hombres y mujeres simultáneamente, e incluso de manera fluctuante", concluí.
 

Lo de fluctuante la dejó fuera de combate, incluso a ella que era  progre entre las progres."Pues menos mal que no lo han incluido" contestó en un arrebato de cordura", porque ni ellos mismos saben lo que son. 
 

Yo colgué el teléfono, consciente de que me había ganado su respeto, como un tío de los que están al día de los cambios en su sociedad. 

Lo cierto es que esa noche soñé que era no binario, y no sabía si acudir al médico general, a un coach de moda, o preguntar a la ministra de igualdad, que debía hacer. 
 

Me desperté sudando y con el corazón acelerado. Tardé unos minutos en reaccionar y volver al mundo de los vivos. Tras unos segundos pensé: ¿Y si yo fuera no binario y ni siquiera lo sé? 

Volví de un salto a la cama. 

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